viernes, 26 de junio de 2009

Del debate sobre el aborto

La ley de interrupción voluntaria del embarazo está dando mucho de que hablar. Desde mi perspectiva, esto tiene siempre un elemento positivo: se escuchan voces, se reflexiona, se elabora un poco más lo que podría ser una posición personal frente al asunto. Sin embargo, el que circulen argumentos retorcidos hasta lo absurdo, no deja de resultarme irritante.

Entre muchas cosas que se le están discutiendo a esta ley desde las filas conservadoras (e incluso dentro de algunas de las consideradas “progres”) destaca el que las chicas de 16 o 17 años puedan abortar sin autorización de su madre o padre. Esto debe quedar claro: pueden decidir abortar o no y pueden hacerlo con o sin autorización. Eso dice la ley. La ley no prohíbe tener un bebé a esa edad ni prohíbe ir a abortar con el consentimiento familiar y acompañada de la familia en pleno si así se decide.

Considerando lo anterior, las protestas y quejas acerca del poco respeto al papel de la familia no debieran hacerse a la ley (que, insisto, no impone descartar la opinión y el apoyo familiar) sino cada padre o madre, hacérsela a sí mism@. No podemos pretender que una ley obligue a nuestr@s hij@s a confiar en nosotr@s, a escuchar nuestros criterios y a sentirse escuchad@s y respetad@s a su vez. Esa hija embarazada, hablará con su madre y/o su padre y tendrá muy en cuenta su opinión si ha aprendido a hacerlo, si sus progenitores han sabido crear ese espacio. No se trata de una banalidad, la chica buscará un apoyo en que confíe.

Hemos leído argumentaciones espeluznantes. Por ejemplo que es una contradicción que se solicite a una chica de 17 años, una autorización de su madre o padre para hacerse un piercing y que, si embargo, no se le solicite para algo mucho más serio y complejo como interrumpir su embarazo. Es, cuando menos curioso. Si esa chica quiere ponerse un piercing en el cuerpo, aún no ha ocurrido nada en concreto: tiene un deseo estético y se exige que antes de someterse a una especie de cirugía menor, hable con sus progenitores (o tutores), lo discuta y se tome una decisión consensuada. Si la respuesta fuera “taxativamente no”, lo peor que pasará con esa muchacha es que tendrá que posponer su deseo de ir con un agujero extra por la vida hasta un año o unos meses más. Se trata de agregar algo, deseado pero no trascendente, a su vida.

La misma chica, si se descubre embarazada, decide que no puede enfrentar la maternidad en sus condiciones y requiere la autorización de sus progenitores para abortar, ya no quiere, simplemente, agregar algo suntuario a su vida. Esa chica quiere solucionar una situación que ya existe y que, de seguir su desarrollo, la cambiará para siempre.

Si su relación con la madre y padre es buena, si confía en ell@s, hablará, pedirá consejo y apoyo y quizás deseche la idea del aborto para cambiarla por la de adopción o por la de convertirse en madre porque se le ofrece la estructura para tener ese bebé y desarrollar una vida propia, muy probablemente más difícil, pero satisfactoria. O tal vez se decida por abortar y su padre y madre, aún cuando no sean sus convicciones, respeten su decisión y le den apoyo.

¿Qué sucederá con esta misma mujer si sus m/padres son estrictamente contrarios al aborto en cualquier situación? ¿si le niegan la autorización?